Cómo gestionar la ansiedad en Navidad: 8 claves para afrontarla

Cómo gestionar la ansiedad en Navidad: 8 claves para afrontarla

Si cuando se acerca la Navidad te invade el estrés y la ansiedad, lo que te voy a contar en este artículo te va a venir muy bien.

Porque hoy quiero hablar de como la Navidad puede llegar a generar ansiedad y estrés, y más concretamente, de cómo vemos las fiestas navideñas a través de las gafas de nuestra sociedad.

Así que prepara tu cuaderno de notas y quédate para aprender algunas claves que te van a venir muy bien para tu próxima Navidad.

 

¿Cómo ha influenciado nuestra sociedad en la forma que tenemos de ver y vivir la Navidad?

El anuncio de Suchard, que hace referencia a la ausencia de un miembro de la familia o, los tres anuncios de la lotería nacional que tratan temas como la inmigración, la solidaridad y la humanidad, nos demuestran que empezamos a adentrarnos en un nuevo contexto publicitario. Sin embargo, aun muchos anuncios de Navidad, nos llevan la idea de que la Navidad debe ser en familia, todos felices, con abundante y sabrosa comida y muchos regalos.

Tenemos tan integrado que la Navidad debe ser como sinónimo de felicidad, que aún se hace patente esta presión de ser días de reunión familiar o con amigos y días de diversión; realmente un ideal, que para nada se acerca a la realidad de muchos.

Ello nos lleva a tener ciertas creencias en relación a como debería ser nuestra vida, nuestras relaciones, nuestra familia, nosotros mismos… pudiendo desencadenar fácilmente estrés, ansiedad y tristeza.

El problema, a veces viene de no ser capaces de ver qué nos provoca ansiedad, por lo que identificar la preocupación en estas fechas te ayudará a poder encontrar más fácilmente alternativas a tu malestar.

 

¿Qué te puede ayudar a reducir los síntomas de estrés, ansiedad y/o depresión ante los diferentes estresores?

 

Clave 1:

Desavenencias familiares: la perspectiva es la de núcleos familiares en armonía, llenos de amor y seguridad. Sin embargo, existen muchas familias que mantienen una relación complicada o simplemente no mantienen relación por diferentes problemas ocurridos, por lo que en estas situaciones las reuniones familiares pueden ser un foco de malestar y ansiedad o, simplemente ya no se plantean, pudiendo sentir un gran vacío y soledad.

Si se dan las circunstancias puedes establecer límites saludables. Y si no puedes hacer nada para cambiar o mejorar la situación, aceptar es la mejor opción. No autoengañarse o aparentar que no sucede nada. También es importante la comunicación, expresar lo que sientes, dado que tu perspectiva puede ser diferente a la de la otra persona y ésta puede abrirte un punto de vista diferente.

 

Clave 2:

La autoexigencia y el perfeccionismo, con este discurso interior que en ocasiones nos invade centrado en los “debería”, “tendría que” están, muchas veces, fundamentados en creencias negativas irracionales. Sentimos esa necesidad u obligación de querer que las cosas se ajusten a las propias expectativas, muchas veces desmesuradas.

Es importante que te preguntes si realmente tú deberías o quieres… Lo trascendental es elegir la opción desde la posibilidad, no desde la autoimposición, dado que el “debería” implica, de alguna forma, que te impones y el querer supone capacidad de elección.

 

Clave 3:

El estrés por la necesidad de ser aceptados, de quedar bien lleva a menudo a realizar comportamientos que de otra forma la persona no realizaría, como intentar preparar la fiesta para que todo salga bien o sentirse obligado a comprar regalos cuando quizás a nivel económico no viene bien.

Pregúntate si actúas de forma coherente a cómo te comportarías si no tuvieras la presión de quedar bien o ser aceptado. No te llenes de presión y aprende a decir no.

 

Clave 4:

Eventos sociales que terminan siendo compromisos ineludibles, sintiendo la necesidad de quedar con personas con las que quizás no se compartan opiniones o con las que no tienes demasiada afinidad o, de acudir a lugares donde piensas que no lo pasarás bien.

Puedes preguntarte ¿qué pasaría si en vez de verlo como algo negativo y aburrido lo aceptaras y te dijeras que irás a pasarlo lo mejor que puedas? Y cuando estés en el evento puedes crear situaciones afines a ti como sacar un tema de conversación que te interese, llevar algo de comida que te guste… se trata de crear el ambiente en el que te puedas sentir a gusto.

 

Clave 5:

La percepción de falta de tiempo para compaginar la vida laboral, la familiar y las fiestas navideñas, cuando quizás se tiene que preparar la cena de nochebuena y ese día se ha trabajado, los hijos tienen vacaciones en la escuela, falta hacer la compra…

Pedir ayuda y compartir responsabilidades, cuando te ves superado por la dificultad de compatibilizar la vida laboral y familiar durante estas fiestas, será beneficioso para disminuir el estrés y no descuidar el autocuidado en estos días, pudiendo descansar y disfrutar de las fiestas con menos tensión.

 

Clave 6:

La ausencia reciente de un familiar que ha fallecido puede ser una época complicada y más si en estas fiestas se acostumbraba a reunirse.

Es habitual que el dolor emocional aumente, los recuerdos emerjan, pero mantenerlo en silencio, aparentar que estás bien no evitará tu dolor, sino que aumentará la ansiedad y la tristeza. Expresar tus sentimientos y compartir recuerdos te ayudará a transitar el sufrimiento.

 

Clave 7:

La soledad que en estas épocas se vive de forma más intensa por los mensajes que recibimos sobre que la Navidad es una época de estar en familia, con amistades, rodeados de regalos y de bienestar…

Puedes buscar quedar con algún amigo, familiar o algún tipo de apoyo social o realizar alguna actividad en grupo.

 

Clave 8:

Problemas de ansiedad, fobia social o depresión previos hace que para las personas que los sufren se les haga complicado, por ejemplo, salir a comprar en estos días que las tiendas y centros comerciales están repletos de gente, estar en espacios cerrados, exposición a reuniones sociales o tener que hacer un esfuerzo quizás para intentar actuar opuestamente a lo que sienten para no preocupar a los demás.

No tienes por qué seguir el ritmo que nos arrastra esos días. Puedes intentar planificar tus compras con antelación, no sobrecargarte de responsabilidades, realizar ejercicio o alguna actividad para liberar tensiones, hacer relajaciones o meditaciones, focaliza la atención en la conversación (no en el temor a ser juzgado), déjate llevar por el momento sin expectativas…

Espero que este contenido te ayude un poco más a enfrentar la Navidad. Cuéntame aquí abajo en los comentarios si ya has aplicado alguna de las técnicas y qué tal te resultó, te leo 🙂

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

www.lidiapalou.com

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¿QUÉ SON LAS CREENCIAS LIMITANTES?

Las creencias limitantes son las «gafas» con las que observas el mundo e influyen en la forma que te relacionas contigo mismo y con los demás.

De alguna manera las podríamos definir como ideas o pensamientos negativos que tomas como certezas absolutas y, realmente, muchas veces, para nada se sustentan en la realidad, sino más bien se apoyan en miedos infundados e irracionales. Aún así, les das tanta credibilidad que acaban condicionando tu vida. Te generan malestar, tensiones e incluso ansiedad. Y, todo ello, conlleva en ti dificultades en la toma de decisiones, complicaciones para enfrentar a determinadas situaciones, miedo…

 

¿CÓMO SE ORIGINAN?

Las creencias limitantes se conforman a lo largo de toda la vida. Sin embargo, muchas tienen su origen en la infancia, a través de nuestro entorno (padres, tutores, familiares, profesores…), del cual recibimos una serie de mensajes que ayudan a conformar una opinión, tanto de nuestra persona como de nuestro entorno y del mundo. También, a medida que vamos transitando la vida las valoraciones, juicios y opiniones de las personas importantes para nosotros o experiencias vividas como negativas influyen en cierta forma.

Si ya en la infancia recibiste un trato de sobreportección, por ejemplo, recibiendo mensajes tipo «No hagas eso que te vas a caer», «No hace falta que lo hagas, no lo conseguirás… es imposible», «mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer» es muy probable que estos mensajes se hayan ido instalando en tu subconsciente y vayan determinando el rol que adoptas en tu vida. Probablemente, habrás ido interiorizando y dando forma a estas expresiones incorporándolas como creencias en relación a esos mensajes que posiblemente te lleven a adoptar, ahora que eres adulto, una actitud de inseguridad, miedo o sensación de incapacidad.

Asimismo, si en tu núcleo familiar ha habido la tendencia a responsabilizar al “exterior” de las dificultades que están bajo su control (“si te hubieran ayudado no te hubieras caído”, “si te lo hubieran indicado bien ahora no estaríamos en una dirección equivocada”…), crecerás en la creencia de dificultades para sentirte con capacidad para buscar alternativas y soluciones, pensando que no puedes llegar a determinados propósitos dado que, desde tu perspectiva, todo depende de otros y no de ti.

Dichas creencias son las que van definiendo tu día a día y sin darte cuenta van socabando tu equilibrio interior, dado que su principal efecto radica en frenarte a la hora de actuar. Pueden llegar a ser realmente perturbadoras e interferir de forma significativa, incluso llegar a paralizarte.

Algunas indicaciones que pueden ser señales de este desequilibrio interior son experimentar insatisfacción, inseguridad, baja autoestima, ansiedad.

 

Creencias limitantes que más causan ansiedad.

Algunas de las creencias limitantes que más causan ansiedad son:

  • Soy incapaz de hacer… (debo controlar las cosas para sentirme tranquilo).

El hecho de pensar que no eres capaz de enfrentarte a determinadas situaciones, retos, conflictos… te lleva a inseguridad, que activa el miedo y, como consecuencia, aparece en ti la necesidad de control.

  • No tengo suficiente experiencia… (No puedo hacer algo sin tener la certeza de lo que va a pasar).

No puedes controlar lo que escapa a tu control. Únicamente te puedes controlar a ti y a tus actos. Tener la certeza absoluta es imposible y lo único que te lleva es desgaste emocional. La vida en sí es incierta.

  • Debo pensar en los demás primero… (Si antepongo las necesidades de otros a las mías me aceptarán).

No tienes que esforzarte para tener la aprobación de los demás, no tienes que cambiar, está bien como eres. Generar esta creencia te lleva a estrategias que desgastan y a la larga se traduce en ansiedad.

  • Si me equivoco seré un/a fracasado/a… (Debo evitar equivocarme «a toda costa»).

Evitar el fracaso en la vida no es posible. Esa idea de vivir desde la perfección te lleva a un vida rígida. Es importante que cambies esa idea de perfección tomando el fracaso como un proceso de aprendizaje.

 

¿CUÁLES SON LAS CONSECUENCIAS DE LAS CREENCIAS LIMITANTES?

La mayor dificultad es que cuando hay una creencia limitante, ésta te ancla a una verdad que viene determinada por tus experiencias, que dirigen tu vida a través de la creencia. Ello, te resta autonomía para progresar en tu crecimiento personal en los diferentes ámbitos de tu vida (personal, social, laboral, familiar…).

En este contexto, si tienes la creencia que “No seré capaz de volver a conducir después del accidente”, tu comportamiento se verá condicionado por ello. Tu actitud no te permitirá desenvolverte con seguridad y determinación a la hora de, por ejemplo, conducir en autopista, en calles anchas o muy transitadas…, sino que tu actuación será acorde a tu creencia (inseguridad y nerviosismo a la hora de conducir), llegando a lo que podemos llamar profecía autocumplida. Como decía el sociólogo Robert K. Merton (1948) “si los individuos definen una situación como real, esta situación tiene efectos reales”.

 

 

¿CÓMO CAMBIAR ESTAS CREENCIAS LIMITANTES?

Las creencias limitantes condicionan tu actitud ante la vida, pero no necesariamente la determinan.

El primer paso es ser consciente de estas creencias, de donde vienen, para conocer el por qué de tus acciones. Observar el coste que pagas para mantenerlas y reflexionar cómo afectan estas acciones que estás llevando a cabo en los resultados de tu vida.

El segundo paso es no tomarlas como verdades absolutas. Para cambiar tus hábitos es importante que cambies tu manera de pensar y de actuar. Para ello, debes cuestionar las creencias para investigar hasta que punto se sustentan en la realidad.

El tercer paso es transformarlas para que se adaptan mejor a la realidad y tengan una utilidad para ti.

Las creencias que tienes sobre ti mismo, los demás y tu entorno no son ideas impuestas. Son simples mensajes que un día se establecieron como opiniones en tí y te las terminaste creyendo, pero si realmente las observas son únicamente palabras que conforman frases a las que les has instaurado una emoción.

Empieza por cambiar el vocabulario, el sentido que das a estas palabras y frases y verás como las emociones cambian así como tus acciones y resultados.

“El hombre a menudo se convierte en lo que cree ser”.

Mahatma Gandhi

¿Tus creencias están limitando tu vida? ¿Crees que estarías en otro lugar completamente distinto si no fuera por todos esos pensamientos y creencias que has tomado como verdades absolutas? Me encantaría saber qué es lo que piensas.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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¿Qué es la ansiedad?

 «Un día cerraré los ojos y, aun sintiéndome como un niño atemorizado, me acercaré a ti y escucharé eso que dices que me abrirá la puerta a sentir calma en mi mente y en mi cuerpo».    

La ansiedad es una reacción normal que se da en todas las personas, que todos tenemos en un momento u otro de nuestra vida. Su función se centra en alertarte y prepararte para actuar de forma efectiva ante riesgos y amenazas.

De hecho, para desempeñarte adecuadamente en tu día a día, es necesario un cierto estado de activación psicológica y fisiológica, dado que mejora tu rendimiento y tu capacidad de reacción. Si no, te resultaría complicado poder llevar a cabo tus actividades, disminuiría muchísimo tu capacidad de respuesta y anticipación, te volverías pasivo/a y sin capacidad para resolver muchas de las cosas que te ocurren. Por ejemplo, es bueno tener cierto nivel de ansiedad ante un examen. Ésta actúa como elemento activador de la atención, concentración y aumenta el rendimiento.

Gracias a la ansiedad puedes afrontar situaciones nuevas y/o complicadas.

Así, puedes observar que la ansiedad es una reacción fisiológica, en principio, adaptativa y necesaria, gracias a la cual te puedes adaptar mejor al medio social, laboral…

Pero ¿Qué ocurre, cuando tu respuesta, ante una situación de amenaza es desproporcionada?

En estos casos la ansiedad se vuelve un problema dado que es cuando te desorganiza la vida, afecta a tu capacidad de disfrutar y de no poder afrontar con garantías las situaciones amenazantes, interfiriendo en tu vida social, en la pareja, en el trabajo…

Sin embargo, me gustaría decirte que la ansiedad no es mala. Los síntomas de la ansiedad son señales que te alertan de que algo en ti no termina de ir bien y, por lo tanto, es importante prestarle atención, escucharla y atenderla para descubrir qué necesitas revisar para recuperar tu equilibrio interior.

 

¿Cómo se manifiesta la ansiedad?

Cuando tienes una dificultad emocional o psicológica que te afecta y que percibes como algo que te supera puede emerger la ansiedad. Por ejemplo, un caso reciente es el de una chica que llegó a mi consulta tras haber sufrido un pequeño accidente al habérsele cruzado en la carretera un corzo. Afortunadamente no sufrió heridas. Sin embargo, la experiencia hizo que, a partir de aquél momento, apareciera el miedo. Cuando tenía que conducir empezaba a sentir como si el corazón se le saliera de lugar, como si le faltara aire y gran debilidad en las piernas. En este contexto se ponen en marcha tres elementos básicos: los síntomas físicos, los pensamientos y los comportamientos que llevas a cabo.

Cuando te preguntas ¿QUÉ PASA EN MI CUERPO CUANDO TENGO ANSIEDAD? Ésta es la parte física o de reacciones corporales. Son los síntomas físicos que experimentas ante la ansiedad, como pueden ser dificultad para respirar, dolor en el pecho, entumecimiento u hormigueo en las manos, pies o cara, boca seca, temblores, malestar estomacal, palpitaciones, nauseas, latidos cardíacos fuertes….

Estos síntomas se experimentan porque tu cerebro está enviando un mensaje de peligro y por tanto, prepara a tu cuerpo para ponerse en marcha, liberando sustancias químicas (Adrenalina, noradrenalina y cortisol), para darte energía y de esta forma poder hacer frente a la situación ansiosa. Hasta que estas sustancias no son destruidas, que no es de forma inmediata, tu organismo no se restablece. Por este motivo, a veces, aun y haber desaparecido el peligro, aún te sientes inquieto y con ansiedad.

Cuando la pregunta que te haces es ¿QUÉ PIENSO CUANDO APARECE LA ANSIEDAD? hace referencia a aquellos pensamientos perturbadores que aparecen en tu mente, muy habitualmente centrados en previsiones sobre un posible futuro catastrófico. Por ejemplo, pensar en el ejemplo interior, que se te volverá a cruzar de nuevo un corzo y esta vez será mucho peor. Si tu cuerpo percibe que hay una amenaza, entonces el cerebro, automáticamente lo evalúa enviándote pensamientos negativos y generándote emociones, principalmente de miedo.

Otros pensamientos, ya más centrados en los síntomas experimentados, que te pueden pasar por la cabeza en un estado de ansiedad son: «me estoy muriendo», «me estoy volviendo loco», así como experimentar inseguridad, miedo, preocupaciones, dificultad para tomar decisiones, confusión, complicaciones para concentrarte.

 ¿CÓMO REACCIONO? ¿QUÉ CONDUCTAS LLEVO A CABO? Ésta es la parte motora. Se trata de lo que haces, como actúas cuando estás ansioso/a. Puedes presentar inhibición o sobreactivación motora, evitación de situaciones que temes, comportamiento defensivo, búsqueda de seguridad, agresividad, llanto, bloqueo, etc. Sin embargo, la evitación es la conducta más significativa que hacen las personas con ansiedad.

La situación en nuestra mente se desarrolla como una cadena: Se da una situación, pueden aparecer emociones y pensamientos negativos y ello hace que aumente tu alerta, lo que a su vez intensifica tus sensaciones desagradables, incrementa tu miedo y ello te lleva a comportarte de una manera determinada. Por ejemplo, en el caso que planteado al principio del artículo, podría ser dejar de conducir por la carretera donde ocurrió el accidente y, poco a poco, ir disminuyendo la conducción por el miedo hasta dejar de conducir completamente.

 De aquí la importancia de romper con esta cadena que nos lleva a la evitación, a la magnificación de la situación, a una intensificación de los síntomas desagradables y que nos puede llegar a limitar enormemente en el día a día.

¿Quién es más propenso a sufrir ansiedad?

La ansiedad debes saber que no es sólo una respuesta emocional a una situación o un estilo de vida, sino que a veces existen factores genéticos o tipos de personalidades. También son factores de riesgo el estrés mantenido en el tiempo, una alimentación desequilibrada, el consumo excesivo de cafeïna o alcohol o relaciones afectivas tóxicas.

¿Qué ocurre cuando la ansiedad se prolonga en el tiempo?

Si la ansiedad se prolonga en el tiempo, y no buscas solución, puede tener repercusiones a nivel físico y psicológico. Por una parte, puede provocarte un desgaste físico: agotamiento, una disminución de las defensas, carencia de vitaminas y minerales, problemas digestivos (úlceras…), problemas dermatológicos (eczemas, acné…), asma, problemas sexuales….etc. Y por otra, existe también un desgaste psicológico: depresión, irritabilidad, cambios bruscos de humor o del estado de ánimo, baja autoestima, dificultades de atención, concentración y memoria…

¿Qué puedes hacer para prevenir ansiedad?

      1. Mantener una alimentación equilibrada.
      2. Cuidar los hábitos de sueño.
      3. Reducir o eliminar el consumo de cafeína cómo puede ser el café, coca cola…
      4. Limitar el consumo de bebidas alcohólicas.
      5. Hacer ejercicio o practicar algún tipo de deporte.
      6. Practicar técnicas de relajación. Puedes incluir también yoga o meditaciones.
      7. Hacer una lista de los pensamientos negativos que tenemos como resultado de la ansiedad, y escribir otra lista que contenga pensamientos alternativos más adaptativos para reemplazarlos.
      8. Encontrar tiempo para uno mism@.
      9. Cultivar las relaciones sociales saludables y el disfrute.

¿Cómo se trata la ansiedad?

Los fármacos, en este caso ansiolíticos, son importantes y hacen que la ansiedad disminuya rápidamente, pero lo que es cierto es que sólo con los medicamentos no aprenderás a controlar la ansiedad, dado que cuando éstos se retiren no sabrás cómo actuar para reducirla. La opción es que si precisas de fármacos, combines éstos con técnicas psicológicas, con el objetivo de alcanzar un mejor autoconocimiento, que seas capaz de identificar y cuestionar tus pensamientos negativos perturbadores ampliando la perspectiva de pensamiento y aprendas a regular tus emociones.

Realizar una terapia psicológica te ayudará a superar tus dificultades de ansiedad de una manera más rápida y eficaz.

Ahora que ya sabes qué es y como funciona la ansiedad, es un buen momento para valorar dar un paso más hacia tu bienestar emocional, ¿no crees? 🙂

 

¡Espero que te haya gustado y, si es así, no te olvides de compartirlo por la red para que este post pueda ayudar a otras personas!

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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Marcela sufre dolor de estómago y alteraciones intestinales. Se encuentra muy preocupada porque los síntomas no remiten y por las posibles consecuencias catastróficas. Está muy rumiativa; piensa que puede tener una enfermedad grave. Se le practicó ya una colonoscopia y múltiples exámenes sin una causa concordante.

El comienzo y la evolución de los síntomas guardan una estrecha relación con el estrés y la ansiedad en su puesto de trabajo reciente. Aún así, Marcela se resiste a contemplar la posibilidad de que las molestias tengan un origen psicológico, dado que el dolor que siente es real.

Y es que cuando tienes dificultad para expresar tus emociones tu respuesta puede ser esconderlas, negarlas o incluso exteriorizarlas de forma inadecuada y, en este momento, es cuando tu cuerpo puede responder a través de síntomas físicos, de un malestar que te genera una elevada preocupación. Cuando esto te ocurre, estás somatizando.

El caso de Marcela es un claro diagnóstico de trastorno de somatización. Se observa la presencia de síntomas físicos, que perturban su vida diaria e implican la presencia de pensamientos en forma de elevada preocupación, emociones desagradables y conductas asociadas con la salud.

Bien conocida es la relación entre mente y cuerpo y, únicamente cuando viven en armonía y existe un equilibrio entre ellos, es cuándo podremos disfrutar del bienestar.

Seguramente habrás experimentado en algún momento de elevado estrés, que tu cuerpo ha reaccionado de alguna manera como, por ejemplo, con dolor de cabeza, dolor de estómago, diarreas, dolor en el pecho… Todos ellos son síntomas de somatización si no existe una causa orgánica subyacente.

 

¿Cuáles son los síntomas más frecuentes en el contexto de la somatización?

Síntomas digestivos: dolor o ardor de estómago, nauseas, diarreas, úlceras…

Síntomas neurológicos: dolor de cabeza, desvanecimientos, entumecimiento o sensación de hormigueo, dolor de cervicales, dolor muscular, parálisis, afonía…

Síntomas dermatológicos: Picor, psoriasis, caída del cabello, dermatitis, eczemas…

Y, en algunas ocasiones, incluso puede llegar a darse alteraciones sexuales: dificultades de erección, dolor en la menstruación o menstruación irregular…

 

¿Y cómo se trata la somatización?

El objetivo del tratamiento, desde la psicoterapia, se enfoca en qué conozcas y comprendas mejor lo que te está pasando y por qué te ocurre. También, facilitarte herramientas para aprender a gestionar de forma adecuada las dificultades de la vida diaria, disminuir los síntomas físicos, aprender a rebatir o aceptar (según el caso) los pensamientos perturbadores y poder funcionar adecuadamente en situaciones personales, sociales y laborales.

En ocasiones, también, te pueden prescribir algún fármaco para aliviar los síntomas de ansiedad y depresión que pueden estar presentes.

 

RECOMENDACIONES que TE pueden ser de ayuda:

Recomendación 1: Tomar consciencia

Cuando sufres un malestar físico habiendo descartado causa orgánica, es fundamental tomar consciencia del origen de este malestar, de la dificultad que te está causando y de los pensamientos y emociones que te está generando.

Recomendación 2: Cambiar tu perspectiva de pensamiento

Trabaja en rebatir y cambiar tus pensamientos disfuncionales por pensamientos más adaptativos.

Recomendación 3: Modificar la forma de afrontar tus dificultades

Al cambiar el enfoque de tus pensamientos te será más fácil encontrar soluciones y afrontar los problemas, lo que a su vez mejorará tus síntomas físicos.

Ahora sí que ya no tienes excusa para empezar a dar tus primeros pasos para sentirte mejor. Deseo que este post te sea de utilidad para que puedas iniciar tu nuevo camino hacia el bienestar que te reporte una gran satisfacción personal. Si quieres saber más sobre cómo lograr liberarte del malestar, del estrés y la ansiedad, te invito a que te descargues la única guía gratuita sobre como dejar atrás la ansiedad logrando sentir calma y tranquilidad.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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El miedo emocion desagradable

¿Qué es el miedo?

Aunque no lo creas el miedo es una emoción imprescindible en nuestra vida y si ahora estamos aquí es porque nos ayuda a sobrevivir.

Todos, en algún momento de nuestra vida hemos experimentado la emoción ddel miedo, Su función es alertarnos del peligro y de las amenazas que nos rodean para asegurar nuestra supervivencia. Se trata de una respuesta adaptativa que conlleva cambios a nivel de sensaciones en nuestro cuerpo, en nuestros pensamientos y en nuestra conducta.

No obstante, el miedo también puede ser irracional y puede llegar a limitarnos e incluso bloquearnos. En este caso, la respuesta deja de ser adaptativa. Ese miedo no se debe únicamente a un peligro real, sino al conjunto de experiencias y creencias que conforman nuestros recuerdos, a través de los cuales se observa e interpreta la realidad.

 

¿Qué puedo hacer con el miedo?

No lo puedes eliminar, así como tampoco dominar. El hecho de sufrir por el miedo no sirve de nada, no va a terminar con él. Lo único que vas a conseguir es alimentar ese miedo.

Entonces, ¿Qué puedes hacer? El reto consiste en aprender a aceptarlo, lo cual no quiere decir mostrarte insensible o indiferente, como tampoco que estés de acuerdo con él y ni mucho menos resignarte.

Aceptar es dejar de temer a ese miedo, que te permitirá tomar un poco de distancia, sentirte aliviado/a y enfocarte en la búsqueda de soluciones.

Luchar contra él es negarlo y no hacerse consciente, por lo que hace que se vuelva cada vez más complejo porque no se puede transformar.

La clave para resolverlo está en practicar de forma consciente y voluntaria la aceptación.

Pero… ¿Cómo conseguir aceptarlo?

  • Reconoce que hay una emoción, el miedo, que te hace sentir mal, pero que al mismo tiempo tiene una función positiva.
  • Conecta con el miedo, como lo sientes en tu cuerpo. Permítete sentir.
  • Céntrate en tu respiración. Verás como, poco a poco, la intensidad del miedo va disminuyendo.
  • Observa las circunstancias de la realidad actual, del miedo. Pregúntate: ¿Qué es lo que realmente me crea este temor? ¿Qué historia me cuento a mi mismo/a por no verme capaz de superar este miedo?
  • Toma distancia de esos pensamientos negativos, tus pensamientos no son tu.
  • Elimina los juicios de valor. No juzgues ni critiques el miedo. Ello sólo te llevará al sufrimiento.
  • Elimina la falsa creencia de que no puedes permitirte fracasar. Todos hemos fracasado alguna vez en nuestra vida. Busca en este dolor al fracaso lo que puedes aprender, lo que te está enseñando.
  • Obsérvate y reflexiona sobre tus capacidades, tus virtudes y tus puntos fuertes, tus imperfecciones y debilidades, tus logros.
  • Sal de tu zona de confort, de tu lugar de comodidad y haz lo que te da miedo. Verás como tu nivel de confianza aumenta.

¿Te imaginas cómo te sentirás cuando seas capaz de hacer lo que te da miedo?

Cierra los ojos e imagínate haciendo lo que temes, viendo que estás consiguiendo eso que tanto miedo te daba, atendiendo a esta satisfacción que invade tu cuerpo. ¿Qué ves? ¿Qué sientes?.

La aceptación va a determinar en ti un proceso de cambio y de transformación que te permitirá conquistar tu mente y ser dueño/a de tus pensamientos. Sentir que puedes hacer las cosas a pesar del miedo fortalecerá tu autoestima, tu confianza y tu paz interior y, al mismo tiempo, te aportará fuerza para actuar en coherencia a tus valores consiguiendo cambios trascendentales en tu vida.

¿Te animas ahora que ya sabes como relacionarte con el miedo? Empieza a hacer cambios en tu vida y comprueba ese verdadero deleite, esa increible sensación de satisfacción por ti mismo/a. No te quedes únicamente con que te lo expliquen.

 “Dejamos de temer aquello que se ha aprendido a entender.”

Marie Curie

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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