Aprende a regular tus emociones

Aprende a regular tus emociones

¿PARA QUÉ SIRVEN LAS EMOCIONES?

¿Alguna vez te has parado a pensar qué función tiene la tristeza, el miedo, la rabia, la alegría…?

Si te sumerges un poco en tu mundo interior, aunque a veces, te puede dar cierto temor, observarás un mundo que te ayudará a transitar las situaciones de la vida.

Cuando vas a un zoo de esos que se encuentran al aire libre y puedes circular con el coche para visitar a los leones, a los hipopótamos, a los avestruces… ¿Qué te impide poder abrir la puerta del coche y bajar y acercarte a ellos? El miedo, que busca protegerte, busca tu seguridad.

Cuando pierdes algo que tiene un significado importante para ti ¿Qué te permite continuar sin quedarte anclad@ a esta pérdida? La tristeza que te ayuda a aceptar la realidad de la pérdida pudiendo seguir adelante.

Cuando percibes algo injusto hacia ti ¿Qué es lo qué te da la fuerza y motivación para tomar medidas? La rabia, que te permite defender tus intereses o valores y poner límites saludables en caso necesario.

Cuando conoces a alguien con el que estableces una buena conexión ¿Qué te permite conocerle, acercarte a él/ella y compartir? El amor, que fortalece la relación, la cercanía, te da confianza y seguridad y apoyo emocional.

 

IDENTIFICA LAS EMOCIONES EN TU CUERPO

Es importante, en primer lugar, identificar y reconocer las señales en nuestro cuerpo que reflejan las emociones con tal de responder de manera adecuada a diversas situaciones.

La manifestación física de las emociones varía de una persona a otra. Sin embargo, existen algunas formas comunes en qué las emociones pueden manifestarse son:

  • Alegría: Sensación de ligereza en el pecho, notar los músculos sueltos y flexibles, una respiración profunda y rítmica…
  • Tristeza: Sensación de opresión en el pecho o la garganta, fatiga, falta de energía…
  • Miedo: Sensación de tensión muscular, nudo en el estómago, sudor frío, aceleración de los latidos del corazón, respiración rápida y superficial…
  • Enojo: Sensación de calor en la cara y cuello, tensión en la mandíbula, sudoración en las palmas de la mano y en la frente, inquietud…
  • Sorpresa: Aumento repentino de la atención y la alerta, sensación de hormigueo o escalofrío, asombro…

Amor: Sensación de calidez en el pecho, aumento de los latidos del corazón, relajación muscular…

 

COMPRENDE LAS EMOCIONES

Comprender las emociones te permite afrontar el estrés, la ansiedad, la tristeza… de una manera más efectiva, adaptarte mejor a situaciones de cambio y aumentar tu satisfacción general en la vida.

Para ello es necesario

  • Intenta identificar la causa o el desencadenante de la emoción. Para ello puedes preguntarte ¿Qué situación externa o aspecto interno (pensamientos o creencias) me ha llevado a sentirme de esta manera?
  • Analiza si esta emoción, en este contexto en el que ha surgido, es adecuada. En este caso puedes preguntarte ¿Esa emoción es apropiada y comprensible si tengo en cuenta lo que me ha ocurrido?
  • Encuentra en qué te ayuda esta emoción (quizás te ayuda a responder ante situaciones peligrosas o puede motivarte a buscar experiencias positivas).

Comprender tus emociones, siendo consciente de cómo te sientes y por qué te sientes así te ayudará a desarrollar estrategias más acertadas para expresarlas y regular su intensidad.

 

REGULA TUS EMOCIONES

El último paso es aprender a regular las emociones, a expresarlas de manera adecuada. Existen diferentes técnicas que te pueden ayudar; algunas de ellas son:

  • Realizar secuencias de respiración lenta y profunda.
  • Distanciarte de la emoción trasladándote a una semana, un mes o más, para observar cómo te sentirás acerca de esta situación.
  • Visualizar un lugar tranquilo, que te aporte paz.
  • Realizar algún tipo de relajación o meditación.

Si quieres mejorar tu día a día y generar un impacto positivo en tu salud emocional y mental puedo ayudarte. Puedes solicitar una valoración gratuita aquí.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

www.lidiapalou.com

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Cómo dejar de sobrepensar y que no «explote» tu cabeza

Cómo dejar de sobrepensar y que no «explote» tu cabeza

¿no puedes parar de dar vueltas y vueltas a las cosas?

 

“Analizo las cosas una y otra vez, me engancho en lo que puede pasar, en lo que pasó, en lo que hice, no hice, en lo que tendría que hacer… y termino enredándome en un bucle que me genera elevado sufrimiento. ¡Qué tortura!”

¿Te ha pasado?

La cuestión no es dejar de pensar o de preocuparse, no. Pensar es una gran capacidad que tenemos que nos lleva a recordar situaciones pasadas, así como a plantearnos momentos futuros. Preocuparse puede ayudarnos a estar preparad@s para las situaciones y reaccionar ante ellas. Sin embargo, eso no es siempre así. A veces, estas dos funciones pueden llegar a convertirse en una auténtica condena.

Cómo todo, la clave está en buscar el equilibrio para movilizarte a tomar acción o a solucionar las cosas.

Te voy a poner un ejemplo, si pienso: “He trabajado muchas horas estos últimos meses, me he descuidado y la verdad que me siento muy estresada. No me siento bien. Reconozco que estoy irritable y mi estado me lleva a dificultades para concentrarme. Sin darme cuenta la situación me está superando. Tengo que hacer cambios para mejorar mi rendimiento en el trabajo y mejorar mi bienestar buscando la manera de encontrar tiempo para mí. ¿Qué puedo hacer?” En este caso el pensamiento me orienta a buscar alternativas y a cambiar eso que me perjudica. Me moviliza a la acción.

En cambio, si pienso “He trabajado muchas horas estos últimos meses, me he descuidado y la verdad que me siento muy estresada. No me siento bien, estoy irritable, me equivoco a menudo… Si sigo así, me van a despedir. Mis compañeros de trabajo lo llevan mucho mejor que yo y ello hace más evidente que yo no llego a las expectativas. Seguro que han llegado a mi jefe los errores que estoy cometiendo en el trabajo. Todo lo malo me pasa a mi…”. Este pensamiento no me resulta útil y únicamente me lleva a sufrir.

En este último caso, esos pensamientos empiezan a acaparar la mente. Hacen que no puedas dejar de centrar tu atención en hechos negativos, manteniéndote inmerso en este bucle de pensamientos de situaciones pasadas o que pueden ocurrir en el futuro que te generan malestar.

En este contexto podemos distinguir entre:

  • Preocupación: Anticipas las consecuencias de situaciones futuras, inciertas.
  • Rumiación: Das vueltas a sucesos o situaciones del pasado con el objetivo de darles un sentido o encontrarles una solución.
  • Pensamientos obsesivos: Pensamientos intrusivos que aparecen en tu mente, que monopolizan toda tu atención y que te generan elevado malestar por la creencia de que pueden ser ciertos.

 

¿cómo puedes identificar qué estás pensando demasiado?

Pero, la pregunta que posiblemente te haces es ¿cómo reconocer donde está la línea entre el pensar, que te lleva a encontrar alternativas y, el pensar, que te bloquea y te genera malestar?

Algunas señales que te indican que estás ante pensamientos que producen una elevada activación mental, que son perseverantes y que te hacen mantener el foco en aspectos negativos, generándote dificultades a nivel personal son:

  • Engancharte al pasado. Tu mente se encuentra una y otra vez fijada en temas negativos del pasado (momentos en los que lo has pasado mal, conversaciones que ahora abordarías diferente, errores que recuerdas y revives…).
  • Proyectarte a un futuro adverso. Tus pensamientos se centran en imaginar que va a pasar lo peor, piensas constantemente en posibles fracasos…
  • Problemas para dormir. Tu cerebro está activo fruto de pensar mucho las cosas y preocuparte, no pudiéndose relajar.
  • Dificultades para tomar decisiones. Piensas demasiado analizando la situación desde diferentes puntos de vista y eso te lleva a dudar más.
  • Dificultades de atención y concentración. El hecho de mantenerte de forma persistente en un pasado negativo o enfocarte en un futuro adverso hace que no puedas atender al presente en el que te encuentras.
  • Analizar y buscar detenidamente el significado de los pensamientos (“¿por qué ha aparecido en mi mente este pensamiento?», «¿qué significa?», «¿Y si ocurre?…).

Dado que los pensamientos negativos repetitivos pueden ser el origen de problemas psicológicos como los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo, es importante aprender a identificar y reconocer estas señales.

 

¿Qué puedes hacer para dejar de pensar excesivamente?

Es importante destacar que todos pensamos en lo que nos ocurre, en las dificultades que tenemos o en los problemas que percibimos. Sin embargo, la dificultad aparece cuando rumiamos, nos preocupamos de manera excesiva o nos obsesionamos con una idea o un tema, que en ocasiones no tiene relevancia o no representa ningún peligro para nosotros.

Por eso te quiero presentar 4 estrategias prácticas que son muy efectivas para que te sea fácil dejar de preocuparte, rumiar u obsesionarte con alguna idea:

 

 Estrategia 1. Aprende a vivir en el presente, momento a momento.

Seguramente lo habrás oído muchas veces, sin embargo, es eficaz. Cuando piensas demasiado habitualmente te centras en el pasado (algo desagradable que pasó, que has dicho o hecho) o en el futuro (algo «malo» que crees que va a pasar). Por lo que si centras tu atención en lo que estás haciendo en el momento te ayudará a dejar de dar peso a ese pensamiento intrusivo. Para ello puedes centrarte en realizar acciones estando pendiente de donde estás, de lo que haces, de cómo lo haces y de lo que sientes.

Estrategia 2. Organiza tus problemas.

Toma una hoja y divídela en tres columnas. En la primera puedes anotar los problemas que requieran de una solución inmediata. En la segunda columna, los problemas que tienen solución, pero no en este momento y, por último, los problemas que no tienen o no requieren de una solución, sino reflexionar sobre ellos y/o aprender a aceptarlos. Ello te dará una mayor sensación de gestión, dejando tu mente más libre, soltando ese rumiar sin parar.

Estrategia 3. Recréate en el pensamiento negativo sin límites.

Busca un momento de tranquilidad donde, durante unos minutos cada día, puedas evocarte totalmente a este pensamiento negativo, recreándote en él y pensando sin límite. Saturar tu mente con el pensamiento tiene un efecto paradógico, por lo que luego durante el día, ese pensamiento posiblemente no reaparezca con tanta intensidad.

Estrategia 4. Aplaza tus preocupaciones al momento y espacio adecuados.

Si por la noche tienes preocupaciones, escribe en un papel el problema o problemas con el objetivo de poder retomarlo y tomar medidas al día siguiente. Ello liberará a tu cerebro de mantener en mente esta dificultad y permitirá que se pueda relajar. También puedes hacerlo durante el día, buscando un momento específico y apropiado para atender la preocupación y buscar una solución.

Estas son mis recomendaciones para que dejes de pensar excesivamente y rompas con este bloqueo que no te deja avanzar en tu día a día. Recuerda que cuidar tu salud mental es ganar calidad de vida, y eso hay que mantenerlo en el centro.

Espero que te haya gustado y te animo a ponerlo en práctica y dejarme tus comentarios.

 

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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Cómo afrontar la ansiedad en el duelo

Cómo afrontar la ansiedad en el duelo

Si te estás preguntando como sobrellevar tu duelo quédate. Aquí vas a encontrar como las bases afrontar el malestar que supone pasar por un proceso de duelo.

Ahora bien ¿qué es el duelo?

El duelo es todo ese embrollo de emociones que sientes después de haber sufrido una pérdida (tristeza, rabia, culpa…). Implica emociones, sentimientos, sensaciones y acciones que te ayudan a aceptar la muerte de tu ser querido.

El duelo es doloroso y a veces la gente de tu entorno, en un gesto para no verte sufrir, tiene el impulso de cuidarte, darte consejos, animarte… Sin embargo, con el intento de ayuda, a veces, se dicen cosas que duelen, que provocan un sufrimiento añadido cuando estás pasando por un duelo.

“La gente me dice cosas que no entiendo, que no puedo hacer en este momento y que no me sirven más que para sentirme más ansiosa:

 “La muerte te enseña muchas cosas”

 “Debes ser fuerte”

 “debes distraerte”

“El tiempo lo cura todo”

“Debes salir”…

Me siento como si me hubieran dado una paliza, todo el cuerpo me duele. No tengo ganas de comer, aunque a momentos reconozco mi ansiedad por comer dulces. Me cuesta arreglarme y cuidarme. No duermo bien. Me siento rara, no me reconozco, como si mi cuerpo no fuera mío, como si yo no fuera yo. No recuerdo, a veces, lo que me dicen y estoy despistada y confusa. Me siento la mayor parte del tiempo agitada. Y ese olor que hace que mi corazón vaya a mil por hora, tiemble y me sienta mareada llevándome de forma inmediata a revivir ese día, ese día que la muerte llamó a mi casa. Y lo que más me desconcierta es que en un momento tengo muy claro que ha muerto pero en otro, es como si estuviera a punto de entrar por la puerta a la hora que él solía llegar. ¡Quiero acabar con ese sufrimiento!”.

¿Te identificas?

Afrontar una experiencia difícil innegablemente puede llevar a reaccionar de forma impulsiva para evitarla, con el fin de dejar de sufrir. Y es que tu cuerpo cuando percibe un sufrimiento excesivo despliega una serie de mecanismos internos de protección, para atenuar el dolor, como negar los hechos después de fallecer alguien querido. Tu cerebro no puede tolerar esa intensidad de dolor de golpe. El funcionamiento podríamos compararlo a cuando te administran medicación por goteo intravenoso. Éste no se puede administrar de una vez con lo que regulan la velocidad del goteo de la solución para administrar una dosis adecuada, con la cantidad que puede tolerar tu cuerpo en cada momento, con tal de conseguir resultados óptimos. Entonces, tu cerebro actúa de forma similar, va regulando el nivel de exposición al sufrimiento en función de la tolerancia que tienes al dolor, lo que te ayuda a poder sobrevivir a dicha situación traumática.

Sin embargo, es importante tener en cuenta que estas estrategias que utiliza el cerebro son como “armas de doble filo”. Cuando las utilizas a corto plazo y/o de forma puntual para aliviar ese intenso dolor te ayudan en estos primeros momentos a transitarlo y facilitará que puedas autorregularte mejor, pero cuando se mantienen en el tiempo, convirtiéndose en tu forma de reaccionar habitual, te lleva a distanciarte de tu cuerpo, a distanciarte del dolor que sientes, con lo que no será posible seguir un proceso de duelo adecuado, desencadenando en elevada ansiedad.

Únicamente elaborarás el duelo y apaciguarás la ansiedad si te abres a la experiencia de sentir tus emociones, sentimientos y sensaciones y, solo lo conseguirás cuando te permitas sentir y expresar el dolor.

 

¿Cuáles son esas estrategias que inconscientemente pones en práctica para no sentir y que se convierten en una fuente de ansiedad? 

  • No hablar del fallecido. No te protege del dolor de vivir sin la persona fallecida. Ello te impide expresar tus sentimientos dificultando la elaboración emocional, cognitiva y relacional, lo que aumentará tu ansiedad y difícilmente te permitirá encontrar una nueva forma de estar en el mundo. A medida que vayas hablando sobre el fallecido irás elaborando e integrando esta pérdida permitiéndote reelaborar el vínculo con el fallecido/a ahora que ya no está presente. 
  • Evitar lugares que te traen recuerdos del fallecido. Al principio es normal por la intensidad del dolor que supone. Sin embargo, es importante no alargarlo demasiado en el tiempo permitiéndote que cuando veas el momento y te sientas preparad@ puedas plantearte ir al lugar y hacer algún ritual que para ti tenga un sentido (llevar flores al lugar, pronunciar algunas palabras…).
  • Evitar fechas señaladas (navidades, cumpleaños…). Esto no es más que otra huida del propio dolor que no desaparecerá. En estas fechas, para transitar el duelo, puedes adaptar a la situación, como, por ejemplo, en Navidad poner una foto del ser querido en el árbol, poner una vela, dedicarle unas palabras…
  • Anclarte en la fantasía de negación (principalmente cuando no se ha encontrado el cuerpo como en catástrofes naturales, ahogos, secuestros…). En los casos que aunque no ha aparecido el cuerpo, pero las circunstancias de la muerte y la presencia de ningún indicio de vida, lleve a considerar que la persona ha muerto es habitual que la incertidumbre continúe. En estos casos es importante establecer algún lugar donde ubiques simbólicamente a la persona fallecida (una roca en el mar, un árbol en la montaña…) donde se pueda hacer los rituales necesarios (llevar flores, sentarse un rato allí a sentir aquella persona…) para poder dirigirte de alguna manera a la persona perdida, poder transitar en el duelo, disminuyendo ese elevado nivel de ansiedad. 
  • Mantener intactas las pertenencias de la persona fallecida. Mantener las pertenencias del fallecido/a durante un periodo largo de tiempo y sin tocar nada de como él/ella lo dejó, es otra forma de buscar no sentir la añoranza y el vacío. Sin embargo, aunque cada persona sigue su ritmo para desaferrarse de los objetos y recuerdos, mantener las cosas intactas a largo plazo no te ayuda a elaborar el duelo y despierta la angustia en ti. Es importante, escucharte a ti mism@, pensándolo bien antes de desprenderte de las pertenencias, sin sentirte presionad@ y encontrando lo que es mejor para ti, pero sin que se alargue en años.
  • Mantenerte ocupado, principalmente en el trabajo. Es otra forma de huir de este dolor emocional, de la realidad distrayendo la mente. Cuando se trata de descansar la mente puede ser una buena opción, pero cuando se convierte en un refugio permanente estás distrayendo la mente y apartándola de ese sentir trascendental para realizar este proceso de adaptación a tu nueva realidad. Es importante que dediques un tiempo a hablar del duelo, a sentir la tristeza para ir procesando la situación.
  • Buscar calmar la ansiedad con comer en exceso, abuso de alcohol, fumar… Cuando comer, beber, fumar… se convierte en una forma de aliviar la angustia te lleva a no asumir tus propias emociones o no recordar el dolor de lo sucedido y llega a ser un problema. Aparentemente te sientes aliviado, pero ese alivio es momentáneo, a largo plazo te sientes más ansioso y, pueda qué este comportamiento se convierta en un hábito que va agravándose con el tiempo y, finalmente dándote cuenta que no resuelve el dolor ni la añoranza, sino que acabas sintiéndote más deprimido y/o ansioso.

  

¿Qué te puede ayudar a calmar la ansiedad en el duelo? 

Todo aquello que te ayude a tomar consciencia de tu cuerpo y a cuidarlo, por dentro y por fuera, te dará fuerza para transitar este camino del duelo y te facilitará el poderte autorregular mejor.

1. Busca esas personas con los que te sientas a gusto y puedas expresarte, personas que puedan estar a tu lado sin esa necesidad de hacer nada ni forzar la situación para que estés bien, sino simplemente acompañándote, si hace falta hablar, hablar, o si necesitas silencio que puedas tenerlo a su lado. Se trata de sentirte reconfortado con la presencia de esta persona. Asimismo, cuánto más hables del hecho, cuando más pongas en palabras cómo te sientes, aunque al principio te dolerá, notarás como menos daño te hará a largo plazo.

2. Toma contacto con el exterior. Exponte a esos días de sol, pasea por la naturaleza, pasea a tu mascota… ello mejorará tu bienestar.

3. Haz ejercicio físico o practica algun deporte. El ejercicio te ayudará a regular tu estado de ánimo. La liberación de endorfinas hará que te sientas mejor, que se reduzca la tensión y estrés en ti.

4. Relaciónate con los demás. Si te sientes con ganas puedes quedar con amig@s o realizar actividades sociales como voluntariados o participar en algún grupo de ocio. Si aun no te sientes preparad@ pasa tiempo con tu familia. El sentirte acompañado y relacionarte socialmente mejorará tu bienestar.

5. Haz del trabajo una distracción momentánea, encontrando tiempo también para satisfacer tus propias aficiones (escuchar música, leer, tocar un instrumento, hacer manualidades…) así como para estar contigo mism@. Buscar el equilibrio va a disminuir tu ansiedad y a aumentar tu serenidad.

6. No tomes decisiones importantes como vender la casa donde ha fallecido la persona querida, alejarte de personas con las que en este momento no te sientes a gusto como separarte de la pareja… Son decisiones importantes que se deben valorar y tomar con serenidad, no bajo una intensidad emocional elevada.

7. Habla de tu situación a tus compañeros de trabajo más cercanos, con los que tengas confianza, que sepan que puede y no puede ayudarte en este momento.

8. Haz una dieta sana evitando las grasas y azúcares. Aunque la digestión de esos alimentos inicialmente genera un alivio de la angustia, termina elevando los niveles de ansiedad, aumenta la irritabilidad y baja tu energía.

9. Busca restaurar tu ritmo de sueño cuidando tus hábitos: sigue una rutina a la hora de acostarte y levantarte, haz un baño con agua cliente antes de ir a dormir, escucha música relajante, practica relajación o meditación…

10. Calma tu mente y tu cuerpo anclándote al presente. Cuando te sientas agitad@, inquiet@ o ansios@, busca un momento para tomar conciencia de tu respiración. Toma aire por la nariz suave y profundamente, nota el trayecto del aire hasta llegar a los pulmones y exhala despacio hasta sacar todo el aire. Repite esta secuencia durante unos minutos. Observarás que los latidos de tu corazón disminuyen su ritmo, que la presión en el pecho desaparece.

Cuando recuerdas un acontecimiento difícil como es lo que supone la pérdida de un ser querido y le pones palabras para describirlo, con alguien al lado que te apoya, el dolor va perdiendo fuerza.

Como has podido observar la ansiedad se encuentra en la necesidad del huir de lo que se siente, lo que lleva a comportamientos que no son sanos ni ayudan a avanzar, como el hecho de no expresar las emociones, evitar recuerdos del fallecido/a, negar la muerte, mantenerte permanentemente ocupado para no sentir…

Es importante, recalcar que cada persona vive el duelo de una manera determinada y que todo lo que se vive durante el duelo es válido, sin embargo, no se trata de quedarte anclado en el dolor o el miedo, sino aprender a dar un lugar a las emociones para procesarlas adecuadamente y poder asimilar satisfactoriamente la pérdida sin que estas emociones terminen siendo prisioneras en tu interior y, en consecuencia, un pretexto de ansiedad.

Ahora ya sabes la clave para afrontar la ansiedad en el duelo. Comparte este post con alguien que esté pasando por la pérdida de un ser querido y que sepas que pueda ayudarle.

Y recuerda: nunca olvides lo importante que son las emociones y que aprender a expresarlas y sentirlas es tu misión para mitigar la ansiedad.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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¿Cómo superar las fobias?

¿Cómo superar las fobias?

¿Sufres un miedo intenso hacia alguna situación y no sabes cómo afrontarla?

 

Aquí tienes la información y estrategias que mejor te van a funcionar y te van a permitir superar tu fobia.

¿Cuándo hablamos de fobia? Hablamos de fobia cuando el miedo se convierte en:

  • Excesivo, exagerado y desproporcionado en relación al estímulo o situación que lo provoca.
  • No lo puedes gestionar y ese miedo te supera.
  • Te lleva a conductas de evitación para no exponerte al temor.
  • Interfiere en tu vida ya sea a nivel personal, social y/o laboral.

Cuando tu comportamiento de evitación se da de forma recurrente dejas de exponerte a la situación temida. Ello hace que al momento disminuya tu malestar, sin embargo, de forma paradójica, mantienes el problema a lo largo del tiempo.

 

tipos de fobias.

 1. Fobias específicas.

Es cuando hacemos referencia a la fobia a algún animal o insecto, a volar, a conducir, a las tormentas, a sangre o agujas…

En las fobias específicas el miedo aparece cuando se trata de un objeto o una situación temida, pero no específicamente a éste, sino a las consecuencias de exponerse a éste. Por ejemplo, si tienes un miedo desproporcionado a conducir, tu no temes específicamente al coche o al hecho de conducir, sino al riesgo de tener un accidente. En el caso de miedo a animales o insectos, como ratas, arañas o cucarachas, este miedo, en ocasiones, está más dirigido a las sensaciones desagradables como de asco o repulsión.

El comportamiento de la persona se dirige habitualmente a evitar el estímulo que le genera este miedo desproporcionado, presentando elevada ansiedad anticipatoria si tiene que exponerse a este estímulo o incluso, imaginarlo.

En este caso el objetivo se dirige a:

– Eliminar las conductas de evitación.

– Disipar la ansiedad anticipatoria que aparece al imaginarse o justo antes de exponerte al estímulo fóbico.

– Aprender a gestionar el temor en el momento de la exposición.

 Tipos de fobias específicas:

Claustrofobia:

Si presentas claustrofobia reconocerás en ti un temor irracional e intenso en los lugares pequeños y cerrados como ascensores, túneles, cuevas…  ese temor se traduce en quedarte encerrado o bien a asfixiarte por falta de aire. Esto suele desencadenar en un estado de ansiedad con la aparición de síntomas como sudoración, aceleración de los latidos del corazón, presión en el pecho, sensación de ahogo…

¿Qué puedes hacer?

– Deja de anticipar negativamente sobre lo que va a pasar al entrar en este espacio cerrado. Despréndete de juicios y predicciones futuras focalizándote en pensamientos agradables como la experiencia de entrar, ver la belleza de los murales, ver las tumbas…

– Aprende técnicas de respiración y relajación y entrénate en escuchar tu cuerpo, en sentir las sensaciones para aprender a regularlas.

– Encuentra información sobre detalles del lugar, protocolos de actuación en caso de quedar encerrado, personal en el recinto que puede atenderte en caso de necesidad, las revisiones periódicas que se realizan en el recinto, tipo de ventilación interior… para deshacer esos pensamientos catastróficos como “No voy a poder salir”, “Me voy a asfixiar”…

Fobia a volar:

Si sufres miedo intenso a subir a un avión los motivos pueden ser diversos, entre ellos el pensamiento de sufrir un accidente, la sensación de sentirte encerrad@, el miedo a sufrir un ataque de pánico en el avión o el miedo a no poder salir del avión cuando quieres. Los síntomas pueden ser: Taquicardia, sensación de falta de aire, sudoración, temblores, hormigueos…

¿Qué puedes hacer?

  • Infórmate de las características de los aviones, de los protocolos de seguridad, de la escasa siniestralidad de este medio de transporte, como los aviones soportan condiciones meteorológicas difíciles… El conocimiento te va a dar tranquilidad.
  • Haz los preparativos del vuelo con antelación y ves con tiempo para evitar el estrés de llegar justo, ya sea por un atasco en la carretera o cualquier otro contratiempo.
  • Aprende ejercicios de relajación. Aprende a regular la respiración, inspirando sueve y profundamente por la nariz observando como se mueve el abdomen y soltando el aire lentamente por la boca.
  • Enfréntate al miedo a través de la visualización de la escena. Por ejemplo, puedes simular en tu casa que estás sentad@ en una silla en el avión, para así poder adquirir herramientas y habilidades que puedas poner en práctica en la realidad.
  • Busca ocupar tu mente con actividades que te gusten. Busca un tema de conversación interesante para hablar con la persona que tienes al lado, escucha música, haz crucigramas o sudokus…

Fobia a la sangre y agujas:

Si tienes fobia a la sangre y agujas experimentas un temor irracional ante la posibilidad de ver sangre ya sea propia o ajena o a las inyecciones. Puede manifestarse con palpitaciones, sudoración, mareos, temblores e incluso llegar al desmayo.

¿Qué puedes hacer?

  • Realizar la respiración diafragmática, respirando lenta y suavemente, inspirando por la nariz y exhalando por la boca, poniendo tu atención en tu abdomen, en como éste se eleva y baja.
  • Puedes centrar tu atención en algún estímulo de tu alrededor. Por ejemplo, si estás en una sala de espera si hay hilo musical escuchar y seguir la canción que suena o fijarte en las todas características de un objeto concreto que tengas a la vista.
  • Puedes pensar o recordar en una imagen o situación que sea agradable para ti y que te alejen de este momento presente.
  • Puedes buscar distraerte hablando con la persona que tengas al lado.
  • Puedes redirigir tus pensamientos de pensar en lo larga que es la aguja o el daño que te hará, a la confianza que puedes depositar en los profesionales porque es su tarea diaria, conocen el procedimiento para generar el mínimo dolor…

 

2. Fobia social

Son las fobias vinculadas a situaciones de exposición o interacción social.

En la ansiedad social puede aparecer vergüenza, temor a ser humillado, a la valoración negativa… qué junto a los síntomas como aceleración del corazón, sensación de falta de aire, enrojecimiento facial, temblor, tartamudeo… provocan una importante disminución de tu autoestima y aumento de tu miedo ante una nueva situación de exposición social similar.

En este caso los objetivos que perseguiremos serán:

  • Eliminar las conductas de evitación.
  • Eliminar la ansiedad anticipatoria antes de las situaciones de exposición e interacción social.
  • Mejorar las relaciones sociales.

¿Qué puedes hacer?

  • Cuestiona ese tipo de creencias que te hacen dudar de ti mism@ encontrando pruebas a favor y pruebas en contra.
  • Gana confianza contigo mism@ exponiéndote poco a poco a contextos sociales.
  • Deja de generalizar una experiencia desagradable con una persona. Párate a pensar que esta persona con la que has tenido esa experiencia actuó así en un momento específico por algo que posiblemente tenía pendiente de resolver.
  • Modifica tu foco de atención, dejando de centrarte en la idea de tu poca capacidad para enfrentar tu miedo, dirigiendo tu atención a las posibilidades y recursos que tienes para hacer frente a eso que temes.

El abordaje en ambos casos, a rasgos generales, pasará primero por aprender a reconocer tu ansiedad y como la sientes en tu cuerpo. Después, es importante que aprendas técnicas de relajación para poder enfrentarte de forma lenta y gradual a dicho miedo.

Espero que este post te haya dado algo más de luz sobre las fobias. Sin embargo, es importante tener en cuenta que existen diversos tipos de fobia y que el impacto en cada persona es diferente, así como sus necesidades, por lo que puede que ahora mismo lo que necesites sea consultar con un psicólogo profesional especializado para que pueda evaluar tu caso concreto.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

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5 MIEDOS HABITUALES EN LA ANSIEDAD

5 MIEDOS HABITUALES EN LA ANSIEDAD

¿Sensaciones abrumadoras te atormentan, te asustas y no entiendes qué te está pasando realmente?

Si tus sensaciones son fruto del miedo y/o la ansiedad, tengo algo importante que compartir contigo.

El miedo es una emoción funcional y tiene una tarea fundamental: mantenerte a salvo.

La complicación aparece cuando tu cerebro no diferencia o no distingue, el peligro real del imaginado. Es decir, tu no reaccionas a lo que está pasando en realidad, tu reaccionas a tu forma de ver el mundo, a la película “mental” que te estás haciendo. Es esa película de “terror” que te haces tú, formada por imágenes, palabras y/o sensaciones, la que te da miedo. Por ejemplo, vas caminando por la calle y al tomar la esquina te aparece un perro que te gruñe y te da un buen susto. La realidad es que es un perro que gruñe, pero en tu mente la película podría ser el imaginarte que el perro te ataca, te muerde e incluso puedes imaginarte luchando contra él. Esa película proviene de tus pensamientos y creencias fundamentadas en tus experiencias anteriores y en la idea de tu mundo.

Y ese tipo de “películas” mentales que te haces son la que pueden despertar diferentes tipos de miedo.

 

Miedos frecuentes en la ansiedad.

 1. Miedo al miedo.

Es esa fuerte angustia y miedo a los síntomas de la ansiedad.

Cada vez que sientes los síntomas te asustas, piensas que algo malo te va a suceder. Ese pensamiento, al mismo tiempo, incrementa la ansiedad, lo que hace que aumenten los síntomas y/o su intensidad. En este momento, desarrollas una capacidad de autoobservación excesiva y pones todas tus fuerzas en controlar cada sensación.

Y… ¿Cómo afecta ese comportamiento a tu vida diaria?

La ansiedad y el pánico hacen que actúes evitando situaciones que te provocan esos síntomas, dejando de acudir a determinados lugares, dejando de realizar actividades, evitando personas… se trata de evitar “a toda costa” las situaciones en las que piensas que se puede repetir esa terrible experiencia.

En este caso se puede destacar la constante autovigilancia a tus sensaciones corporales y físicas.

 

2. Miedo a perder el control o a volverte «loc@».

El temor a que no puedas controlar tu propio pensamiento y/o comportamiento es frecuente en la ansiedad.

Es esa sensación de qué estás perdiendo la razón pensando que puedes llegar a realizar acciones graves, ya sea hacia ti mismo o hacia otros.

Es cuando piensas que puedes hacer daño a tu hijo, clavar un tenedor a tu pareja, empujar a alguien a las vías del tren… o bien, que podrías tirarte por el balcón, ponerte en medio de la calle en el momento que pasa un coche…

Por otra parte, ese miedo también se puede traducir en una sensación de extrañeza e irrealidad, una extraña sensación de no sentirte tu mism@, quizás te miras al espejo y no te reconoces, o como si te desconectases de tu entorno, éste se te hace extraño.

La presunción de que podrías volverte loco o perder el control te lleva a estar en extrema alerta y evitar aquellas circunstancias que piensas que podrían hacerte caer en la «tentación» (acercarte al balcón, jugar con tu hijo, acercarte a la vía del tren, coger un cuchillo o un tenedor…).

No se trata que tu intención sea hacerlo. Tu sabes que no lo harías, pero piensas que la aparición de pensamientos o impulsos internos te llevarán a hacer eso que no quieres.

 

3. Agorafobia.

 La agorafobia es ese miedo a que te pase algo en un lugar que no es conocido para ti, del que crees que es difícil escapar o que nadie te podrá ayudar. No te sientes segur@ en un lugar público, especialmente donde hay multitudes. El miedo puede ser tan abrumador que es probable que tengas la necesidad de tener un acompañante para salir o que sientas que no puedes salir de tu casa.

 

4. Miedo a enfermar. 

Es el temor a sufrir una enfermedad (un ictus, un infarto, un cáncer…). En ocasiones, la solución que encuentras es la búsqueda de información para asegurarte de qué no tienes nada o quieres asegurarte de que sabes lo que tienes y eso es lo que te causa la ansiedad (cuánta más información tienes más miedo e inseguridad te creas), mucho más que el estar enfermo.

Cuando la situación se agrava teniendo la necesidad de asistir a consultas médicas con frecuencia para tranquilizarte o evitar la atención médica por miedo a que te diagnostiquen una enfermedad grave, examinar tu cuerpo reiteradamente para detectar síntomas o signos de enfermedad, preocuparte constantemente por tu estado de salud… podríamos estar ante un trastorno hipocondríaco.

 

5. Miedo a perder seres queridos.

El miedo a perder personas queridas está vinculado al temor, a la anticipación con angustia y sufrimiento, de vivir la ausencia de un ser querido y, en consecuencia, perder el afecto de esta persona, lo que implica esa necesidad de protegerla de cualquier amenaza que ponga en peligro su vida o la relación existente.  Comprende un cúmulo de pensamientos anticipatorios sobre una situación o circunstancia que es estadísticamente posible, pero que, en el momento presente, no es real.

En el miedo a perder seres queridos por enfermedad, accidente… un ejemplo muy habitual es el que cuando tu pareja, tu hijo, tu madre, tu padre… tarda más de la cuenta en llegar a casa se dispare en ti el pensamiento que le ha ocurrido algo malo.

 

¿Qué tienen en común todos esos miedos?

Todos esos miedos tienen en común el miedo a la muerte. Este sería el miedo en el que convergen los cinco miedos anteriores mencionados. Es esa reacción emocional provocada por un elevado nivel de ansiedad consecuencia de la percepción de una situación banal y que no entraña peligro objetivo como amenazante y que puede poner en riesgo tu propia vida o la de tus seres queridos.

Esa idea de morir como hemos visto puede provenir de una gran variedad de situaciones, vivencias o estímulos y cuando se convierte en realmente incapacitante podemos estar hablando de fobia a morir, la tanatofobia.

 

¿Qué puedes hacer?

Los esfuerzos que puedas realizar para no sentir esos miedos son ineficientes. Cuando más luches contra esos miedos o, dicho de otra forma, cuánto menos miedo quieres tener más aparece con lo que pierdes confianza sobre ti mism@.

Una vida sana y con bienestar no es la ausencia de miedo sino aprender la medida necesaria de miedo con la que puedes vivir, es decir, buscar el equilibrio entre el miedo necesario que te ayude a tomar precauciones y valorar los riesgos que tienes delante y la confianza para asumir la responsabilidad de superar las dificultades que te depara la vida.

 

Tips para manejar el miedo.

  • Deja de luchar o evitar el miedo, aprende a aceptarlo. El miedo es una reacción natural ante una situación que percibes como amenazante, por lo que más que evitarlo debes entenderlo. Es importante que sepas la causa de este temor y cuáles son las sensaciones y como se manifiestan en ti.
  • Analiza las cosas que has hecho hasta el momento y que no te han funcionado. Sal de este bucle, en el que te insistes haciendo lo mismo y busca nuevas alternativas.
  • No esperes a hacer lo que temes cuando el miedo desaparezca. Eso no va a suceder. Empieza a afrontar el miedo, aproximándote poco a poco a la meta y observarás como éste va a ir desapareciendo a medida que te expongas a aquello que te da miedo.
  • Y si el miedo es demasiado intenso o se convierte en una fobia, es necesario pedir ayuda psicológica especializada. Si quieres que te ayude puedes ponerte en contacto conmigo. Trabajaremos junt@s para encontrar las causas de tu miedo y diseñar nuevas soluciones realmente efectivas.

Pide tu sesión de valoración gratuita.

Soy Lídia Palou, psicóloga especializada en ayudar a personas que viven en un estado de constante alerta, viéndose arrastradas por pensamientos perturbadores, emociones difíciles y preocupaciones excesivas, impidiéndoles poder disfrutar en su vida de momentos de calma y tranquilidad.

www.lidiapalou.com

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